miércoles, 29 de octubre de 2008

Me sentía agobiada. Era demasiado, y no podía continuarlo. Ví tu carta en el velador, sombría, mortal. Triste. Me decias que me amabas, pero que no podías soportar el estruendo de la opinión popular. Oh, mi amada. ¿Por qué siempre te afecto tanto lo que decía la aristocracia? Tu eras de mayor rango y casta que cualquiera de ellos. No porque ambas fueramos doncellas, debías atemorizarte de sus comentarios. Siempre te dije que podría ser tu amante, y tu cumplir con la petición de matrimonio. Correría el riesgo por tu pasión eterna. ¿Que demonios hablo? No estamos en la época colonial, y ninguna de las dos era doncella. Cada una, por su lado, tenía más experiencia que todo nuestro barrio junto. Cada hombre del pueblo sabía el telefono de al menos una de nosotras. Pero debo decir que te extraño.
Maldita. No me dejaste partir contigo.
Mi corazón bombea aire...desilusión.
Nostalgia.
¿Dónde estás?
Amor, ¿Dónde estás?
Necesito ir a buscarte.
¿Qué es eso? Escucho un tambor...lento..más lento...quizás son las drogas que tome para calmar mi dolor. Oh, el tambor para..de a poco.
Suenan ambulancias, y luego un pitido.
Largo.
Corriente eléctrica y todo se acabo.
Allá voy, mi doncella.

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