martes, 15 de junio de 2010

Hay momentos en los que simplemente prefieres no respirar. No es que desees morir, pero borrar tu existencia por un par de minutos se hace algo tentador. Bastante tentador. Y es en esos minutos cuando tu respiración desaparece y tus latidos bajan, y tu sonríes aliviado. No es que desee escapar. Pero un viaje, por corto que sea, no hace mal. Nunca hace mal un par de segundos de libertad. Son los segundos que, luego de aguantar la respiración durante un par de minutos, consumes al aspirar todo el aire que te permiten tus pulmones. Entonces subes al espacio, y vuelas más alto que cualquier animal que tenga tal habilidad. Son segundos de felicidad y libertad absoluta, de alivio, de olvido. Dicen que el último respiro es igual. Que se siente como si ascendieras, como si volaras hacia tu próximo destino. Me gustaría saber si es así...tener como compararlo. La desesperación y la muerte. Dos cosas tan similares pero a la vez tan distintas, pues una se aferra a la vida y la otra se entrega a su fin. A fin de cuentas, solo tengo una pregunta que hacerte. ¿Me dejarías robarte tu último aliento? Prometo hacer que valga la pena. Hasta el último segundo.