martes, 21 de abril de 2009

¿Que más queda por decir, oh amada mía? ¿Mi belleza afrodisiaca, mi mujer de oro, mi perfección venusiana? He aquí un hombre venerandote, sabiendo que tales palabras son en vano, que no se comparan a ti. O que, al menos, no se comparan a quién podrías ser. Sólo dame un tiempo, y serás la más hermosa, mi pequeño tesoro. Sólo dame una noche, una hora. Una hora es suficiente para tomar esa carita dulce y agraciada, con ojos de miel y boca de esencias de rosa y transformarla en mi fantasía carnal, en mi ideal. Imaginate esas tiernas mejillas sonrrojadas marcadas por una preciosa sonrisa y a tus ojos color de miel siendo probados por mi lengua, fuera de sus cuencas. Imaginate tus lindas mejillas sonrrojadas más rojas que nunca. ¡Sólo piensa en tu hermoso pelo cortado al azar! Me gusta mirarte pensativo y verte angustiada, ansiosa y emocionada por saber lo que pienso, aunque no sea lo que te imaginas. Me hace pensar que si lo supieras, estarías tan feliz como yo de tu nuevo look, planeado para hoy. Pero es una sorpresa. La sabrás por la noche, y te convertirás en la mujer más hermosa del planeta. Y brindaremas con tu sangre por tu nuevo estilo, marcado por las profundas cicatrices de tu cuerpo y tu pecho plano. ¡Oh, mi hermoso ángel! Hoy serás mi mujer ideal, mi pareja eterna. Pronto te darás cuenta de que mi amor no tiene límites. Mi imaginación tampoco.

lunes, 20 de abril de 2009

Un solo beso de su alma, un solo beso de su ser. Quien podría adivinar que tal resfriado sería mi condena de muerte, mi infierno y mi cielo a la vez. Y no me arrepiento. Es que si usted, señor, conociera sus labios, su pasión, su belleza, su esplendor...¿Podría acaso negársele a un ángel de alas plateadas que hoy se manchan de negro? ¿Cómo podría yo saber que mi tortura sería a la suya? ¿Cómo podría imaginar siquiera que sería yo quién la esperaría, ya curado, con los brazos abiertos? Oh, señor, usted no imagina mi dolor. Y al querer alejarme a un reino de ella, oh señor, nos condena al sufrimiento eterno. Puedo prometerle, jurarle por todo lo que tengo, que aquel beso no fue lujuria ni pasión, sino puro y fiel amor. Que jamás supe que tal beso, que contenía todo mi cariño, podría desencadenar esto. Señor, mi conciencia ya es suficiente castigo, no la castigueis a ella por igual.

Mi señor, como podría yo saber que al besar sus labios genoveses la muerte negra de los esqueletos danzantes nos concedería el respiro final. Cómo sabría que el triunfo de la muerte nos iría a condenar.

domingo, 19 de abril de 2009

¿Que pasaría si mi nombre se perdiera entre los abismos, después de saltar con intención de suicidio? Sería irrescatable, casi irreconocible, desformado por una caída interminable que termina unos metros más allá, demacrado por no cumplir su cometido, abandonado sin posibilidad de sobrevivir a tan oscura oscuridad. Y luego se haría salvaje, luchando por su vida, viviendo en la negrura de árboles y bosques de alturas inalcanzables y alimentándose de frutos venenosos sin efectos negativos. De Goosfrabas alucinogenos que te relajan y te condenan. Que te condenan a la hoguera ardiente de los nombres perdidos, luego de haberte proclamado como rey y haberte vestido con trajes dorados. Y mientras se quemara, los nombres con dueño rezarían alrededor de él por su alma incondenable y atada al infierno que luego renacería como un caballo, un nombre de caballo, y sería libre y propia, y ya no querría tirarse de un abismo interminable como antaño, y correría hasta quebrarse una pata y perecer nuevamente, esta vez condenado al cielo. Y en un par de siglos se tiraría junto a un hombre en Wall Street sabiendo que el ser escuchado ya no causaría el mismo respeto de antes, sino que ahora causaría risa, o lástima, o ansiedad. Y ese hombre explotaría en la acera, y su nombre con él, avergonzado de su insignificancia. Y después, unas décadas más tarde, lo ocuparía una niña que luego se haría mujer, que no lo haría significar nada al menos en sus primeros años pero que no lo avergonzaría, y aburrido, se tiraría a un abismo, con intención de suicidio.