martes, 12 de julio de 2011

¿Es mi corazón el que late, o el tuyo en las sombras? ¿Mis ojos los que se apagan o tu voz la que me silencia? Será el extrañarte mi perdición ¿o acaso mi única salida?. Dudo que ser alguno pueda comprender lo ponzoñoso de tus besos o el azúcar de tus palabras. El sarcasmo de mi boca al ver tu corazón latir de amor, y las lágrimas eternas al verlo rendirse. Y si es que fuese así, y alguien lo comprendiera, sabría lo que es amar con tanta secrecía que ni el propio objeto de tal devoción lo adivinara. Entendería así mismo el dolor de mantenerse alejado para no intervenir con la rendición de quien solía amarte, y la misma pesadumbre de saber que es lo correcto. Quien haya amado así, y haya sido abandonado por su propia voluntad, ha sabido lo que es el dolor. Quien haya amado así, siendo capaz de dar su alma, para luego dejar partir sin berrinche alguno, sabe lo que es querer de verdad. Sin embargo, sabe también que siempre se odiará a si mismo por ello. Que siempre pensará en el "¿Que hubiese pasado si?". Y aunque las otras opciones causaran dolor y pena infinita a quienes se vieran involucrados, siempre se preguntará si no hubiesen valido la pena. ¿Es acaso mi eterno destino cuestionarme el dejar esa fuente de felicidad por creer en el bien mayor? ¿Será también mi castigo? Querer así, tal como lo hice, debería ser un crimen. Penado con la inyección letal. De tal manera que nadie se arriesgara y por tanto, nadie pudiese castigarse de tal manera como lo hago yo. Y espero, con todo mi ser, que nadie vuelva a amar de tal manera, pues más sufre quien deja ir que quien se va, y a pesar de que el mundo piense lo contrario, el que rechaza no lo olvida. El que rechaza jamás lo olvida.