miércoles, 31 de marzo de 2010

¿Es que ya no queda nadie que pueda resistirse? ¿Ningún alma lo suficientemente sabia para alejarse? ¿Quedará aún algún atisbo de locura en tu sonrisa, o ya habrás simulado haberte convertido en una más del montón? No puedo evitar pensar en si cuando saliste esta mañana, realmente te dirigías a tu trabajo, o ya habiéndolo abandonado decidiste tomar otro camino. Es difícil saber de ti últimamente. Cuando llegas con los labios mordidos por tus propios dientes y las manos cortadas en un ataque de histeria, a veces se me hace casi imposible adivinar si fuiste tú o alguien más se atrevió a dañarte. Entiendo que lo hagas. Para ti, es la única forma de seguir viviendo. O al menos eso dices, y crees fervientemente. Pero, ¿No se te ha ocurrido quizás, que en vez de dejarte poseer por la rabia y la necesidad, podrías probar usar un poco más de raciocinio? En vez de masacrarte al comer, de arrancarte los labios, ¿No has pensado en darte un tiempo y comer sólo a tu presa? Al encontrarte, en ese dulce momento en el que te conocí, jamás pensé que esto sería tan lento. Tan agonizante. Tan romántico. Tan tierno. A veces, dentro de mi dolor y tu necesidad, puedo ver una pequeña luz dentro de tus ojos, como si quisieras decirme “Te amo”. Pero no te preocupes, linda, lo sé. No necesitas decírmelo. Puedo sentirlo, en mi piel, cuando me besas, cuando me abrazas, e incluso cuando me olvidas. Y estoy seguro de que jamás has amado, o amarás a alguien tanto como me amas a mí. Y cuando hoy, o mañana, mi cuerpo no tenga más alimento que entregarte, me sentiré desdichado por no poder servirte más, no poder amarte más. Es por eso que te tengo solo una petición de amante fracasado, de macho de viuda negra. Y es que al comer a otro, pienses en mí. Solo en mí.

jueves, 18 de marzo de 2010

Nunca crei en la fortuna, menos en el amor o la venganza. Ni en mis sueños más locos me imaginé mirándote, mirando a quien fuera, con esa ternura que le pondría los ojos llorosos incluso al más frívolo de los seres. Me parecía imposible el pensar que alguien quisiera a otro por algo más que conveniencia o desesperación. Pero algo, algo extraño en ti, me cautivó. No sé si esos ojos pardos y tristes, medios dorados y opacos o esas manos tan suaves como tu cabello. No sé si esa voz melodiosa o esa sonrisa tan pura. Aún no logro entenderlo, pero es asi. No puedo sacarte de mi cabeza. No puedo dejar de amarte. Y aunque sé que en estos próximos años te encargarás de hacerme pensar lo contrario, espero que sepas que jamás te voy a dejar de adorar. Mi hija, mi hermosa y amada hija.