miércoles, 29 de octubre de 2008

Esa mirada de mujer fuerte e indestructible que atravesaba tus ojos y me intimidaba era idéntica a la de 2 años atrás. A la de ese día de nubes claras y pájaros cantantes, cuando descubrí que tenía más opciones de las que creía, y tú, consintiendome, me acariciaste hasta el atardecer entre furia, besos y amor. Para la noche ya ambas estabamos agotadas, al borde del delirio. Y ninguna podría olvidar este día tan particular y decisivo. Pero algo casi invisible pasó por mis ojos aquella noche, y ese algo fue un anuncio. Supe lo que pasaría ahora, y aún asi segui entrelazandome con tus piernas. Sabía que pronto te aburrirías de mi, nunca fuiste monogama, y yo no podría cambiarlo. Y sabía también que al entrar al departamento, aquella mujer saldría corriendo envuelta en sábanas robadas de nuestra cama, y que tu me observarías con descaro desde el sofá, como diciendome "¿Acaso te creías especial? ¿Es que esperabas algo más de mi parte?". Entonces oiría tu voz. Tu voz dominante, fiera, alucinante. Y te acercarías a mi, solo con el plan de besarme, pues no podría resistirme a ti. Y lo lograrías.
Entre al departamento y alguien golpeó mi hombro para salir, apurada. Mira hacia atrás, no eras tú. Luego fui al salón, y ahí estabas, con olor a sexo y mirada degradante, formulandome preguntas que no podía responder. Me hablaste y mis oidos no te escucharon. Tus manos en mi cara. Mi mente en blanco.



Un sonido de golpe y tu cara enrrojecida, por el dolor y por la rabia. Vi una lágrima tuya caer y entonces supe que ahora tu eras la sometida en nuestra cama.

No hay comentarios: