domingo, 4 de septiembre de 2011

Mírame. Mírame y dímelo. Dime cuanto me deseas, cuanto necesitas despedazarme en la cama y destruirme en todo sentido. Gritame cuanto necesitas rebajarme, cuanto necesitas transformarme en la criatura inmunda que tanto ansías y desprecias, que tanto amas poseer. Déjame humillada y rogando por tu nombre y tu amor. Déjame arrodillada a tus pies, llorando por una mirada tuya. Deja que esa oscuridad que tanto brilla en tu mirada te posea y se descontrole por absoluto, que se desborde y elimine cada rastro de humanidad que alguna vez hubo en ti. Transformate en el monstruo que sé que eres. Obligame a obedecerte, a arrastrarme, déjame intentar escapar solo para que tus sombras me envuelvan otra vez. ¿Puedes concederme ese deseo? ¿Puedes olvidar el cariño, y dejar salir la ira? ¿Puedes desatar tu lujuria y restringir tu caballerosidad? Olvida tu educación,  dime quien eres en realidad y no me dejes olvidarlo. Hazme tuya y dejame marcada para la vista de todos. Haz que tu marca sea eterna y que olvide quien soy. Que alucine con tu llegada y le pida a dios y al diablo por tu ida. Déjame adoptarte como mi peor pesadilla, y despertarme para darme cuenta de que eres un dulce sueño. Solo sé tú, y déjame desaparecer en tus brazos.

1 comentario:

José chamorro dijo...

Potentes palabras y descripciones, no por la temática, sino que por la arrebatadora fuerza de sus sentimientos, de ansias, de amor pasional, que llegan a cautivarte, literalmente, es la expresión de la lujuria hecha carne, lo que en las letras de Chile creo que es bueno replantearse. Saludos!