lunes, 30 de agosto de 2010

¿Cómo es que me hice tan adicta al dolor que me produces? A las interminables horas de espera, a la confusión, al rechazo, a tu frío corazón. ¿Cómo es que de repente ya no puedo vivir en la tranquilidad de un amor romántico, alguien que me adore y me trate con cariño, que no me fuerce ni me humille, que no haga de mi una muñeca a su servicio? ¿Es que acaso olvidé los cuentos de hadas? ¿O será que los cuentos de hadas me olvidaron a mi? Me pregunto en que momento dejé de vivir en una novela de amor y empecé a vivir una de terror. No puedo dejar de pensar en cuando, como, que hice, que dije, que hiciste tú, que dijiste, que dijimos. ¿Fue mi culpa? ¿Fue tu culpa? ¿De ninguno? ¿De ambos? ¿Por qué? Te quiero. Te amo. ¿Me extrañas? No respondas. ¿Me amas? Olvídalo. Había olvidado lo que se siente no preguntar para no escuchar negativas. Había olvidado como olvidar. Quería recordar. Y quiero que me recuerdes. Pero solo recuerdas olvidarme y olvidas recordarme día a día. ¿Me odias? No lo digas. Quiero pedirte algo. No me hables. Soy tuya. Hazme lo que quieras, golpeame, insultame, violame, odiame, empujame, matame, quemame, ahogame, torturame, lo que quieras. Lo que quieras. Lo que quieras, pero déjame fingir, déjame engañarme, dejame pensar que me amas como yo a ti, que me cuidas, que que eres un príncipe y que me acabas de salvar del ogro. Déjame olvidar que ese ogro eres tú.

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